No hemos prestado mucha atención a la actualidad de Tailandia desde el golpe de estado, pero si estáis atentos a los canales apropiados sabréis cómo la actitud dialogante del gobierno golpista no ha aplacado a los terroristas. Al contrario, éstos siguen actuando legitimados y protegidos por una impunidad tácita, después de que el gobierno se rebajara a pedir perdón por la represión policial durante el gobierno anterior. El Islam no conoce otro proceso de paz que la rendición incondicional de sus enemigos. Recientemente ha muerto, quemado vivo, el director de una escuela –los terroristas malayos sienten preferencia por el profesorado como objetivo–, y otras cinco personas incluyendo una niña de tres años, el día que se reabrieron las escuelas después de que permanecieran cerradas por los atentados contra ellas.
En Sudán, vemos cómo el hecho de que sean los terroristas los que ocupan el gobierno –con el apoyo de China– no ayuda en absoluto. Después de que uno de los líderes rebeldes acordara abandonar las armas el gobierno sigue tranquilamente con su genocidio:
«En este preciso momento estamos sufriendo un ataque Janjaweed contra el mercado ganadero de el-Fasher», dijo un enfadado Minnawi a los periodistas en su residencia en la capital, Jartum.
Dijo que «sólo el 3 por ciento del acuerdo de paz ha sido implantado hasta ahora», con constantes incumplimientos y la destrucción de 48 aldeas en Darfur desde que el acuerdo se firmara en mayo.
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