La relación entre revolución y conservadurismo es problemáticas Aparentemente, el conservadurismo se opone a la revolución, sin embargo desde el punto de vista de la tradición, el conservadurismo es la legalización de los resultados de la revolución. Por eso los tradicionalistas les acusan de «conservadores de la tradición». Tienen una gran parte de razón, aunque no toda.
En el caso histórico de Francia fue cierto; los conservadores pasaron a ser conservadores de la revolución. Sin embargo, hay otro conservadurismo -básicamente el anglosajón (Burke)- que pretende conservar la tradición. Frente a la Revolución Francesa, que pretendió destruir el orden antiguo, la Revolución Norteamericana pretendió conservar el «orden natural». La Revolución Inglesa tuvo dos fases, una destructiva, con sectas revolucionarias, y otra «restauradora». Desde luego, todo esto es matizable. El «orden natural» es un concepto discutible, salvo que se ancle en la tradición cristiana, pero entonces deberíamos decir «orden natural cristiano». Igualmente, el conservadurismo es siempre relativo, porque admite la evolución de las sociedades, aunque no de las normas básicas.
Pero eso es historia. La revolución conservadora a la que me refiero es la respuesta a la crisis sin precedentes a que nos han conducido las políticas actuales, en muchos casos puestas en práctica por partidos «conservadores». Estamos ante el fin de una era. El corazón del imperio dejará de latir anegado por una deuda que la crisis económica mostrará impagable. La crisis ideológica y política que esta quiebra económica producirá, hará surgir movimientos ciudadanos de todo tipo. En Western Resistance (Praise the Lord and Pass the Ammunition) nos reseñan a un autor (Gerald Celente) que propone que empecemos a pensar en una nueva revolución americana como la de los viejos buenos tiempos.
Se trata de una revolución «de las clases medias». Es decir, de los paganos de todo este retablo de Maese Pedro en que se ha convertido la política actual. Se trata sobre todo de decir basta, de ocupar -piensan en Norteamérica- Washington con dos millones de personas desarmadas que no quieren pagar unos impuestos superiores, por ejemplo, al 5% de su sueldo.
Es así de sencillo. ¿Os imagináis una marea de ciudadanos como los de las grandes manifestaciones contra el terrorismo de la pasada legislatura dirigiéndose a la Moncloa?
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Harán falta muchas de estas: + Una concentración con soluciones valientes para los tiempos de crisis. Aunque el Embajador dice que con él no se cuente: ¿Sumo y sigo?: Dando esperanza