Aafia Siddiqui, de 36 años de edad, es una madre paquistaní con tres hijos, licenciada por el MIT y doctorada en neurociencias por la Universidad de Brandeis. También es acusada de trabajar para Al-Qaeda y la semana pasada fue acusada formalmente en Nueva York de asesinar a soldados americanos en grado de tentativa.
Su detención sirve para recordar lo invisiblemente que tiene lugar la mayor parte de la infiltración islamista. En particular, un total de alrededor de 40 simpatizantes o agentes de Al-Qaeda han intentado infiltrarse en agencias norteamericanas de Inteligencia.
Un infiltrado bien situado así puede causar grandes daños, explica un antiguo jefe de contrainteligencia en la CIA, Michael Sulick: «En la guerra contra el terrorismo, la Inteligencia ha reemplazado a los tanques y los cazas de la Guerra Fría como principal armamento contra un enemigo invisible.» Los topos islamistas, argumenta, «pueden causar mucho más daño a la seguridad nacional que los espías soviéticos,» porque los Estados Unidos y la Unión Soviética nunca llegaron a enfrentarse realmente entre sí, mientras que ahora «nuestra nación está en guerra.»
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