Como prometido hemos traducido el artículo completo de Egon Flaig, El Islam quiere conquistar el mundo, que apareció originalmente en el Frankfurter Allgemeine Zeitung el 15 de septiembre pasado, y del que hicimos este resumen. Egipto y Túnez secuestraron la edición del FAZ
para que no se distribuyera en sus países. Este es el artículo completo:
«Deseamos que la bandera del Islam ondee nuevamente en estas tierras que tuvieron la suerte, durante mucho tiempo, de estar bajo el dominio del Islam y de oír la llamada de Dios por los almuédanos. Extinguida la luz del Islam, volvieron a ser infieles. Andalucía, Sicilia, los Balcanes, el sur de Italia y las islas griegas son todas tierras islámicas que deben de volver a los brazos del Islam. El Mediterraneo y el Mar Rojo deben de ser nuevamente mares interiores islamicos como antes».
Estas frases no proceden de Al Qaida, se encuentran en el programa de la fundación de los Hermanos Musulmanes y fueron pronunciadas por Hassan Al Banna. Esta hermandad cuenta ahora con millones de miembros y se ha extendido por Egipto. Sus intelectuales actuan en Europa y en USA; se los considera «moderados“ y así son tratados por la prensa. Los planes de recuperar territorios «perdidos» suelen formar parte los programas de los Estados que luchan por un poder territorial, es decir de las sociedades politicas. ¿Cómo pueden entonces estar en el programa de una religion? ¿Es acaso el Islam una religion como las otras?
Desde principios del periodo clásico entre los siglos IX y XI , los juristas islámicos dividieron el mundo en dos partes, «La Casa del Islam» y «la Casa de la Guerra». Esta division no tiene en cuenta el número de musulmanes que haya en el territorio o si éstos son una minoría, sino el lugar donde el Islam gobierna -donde se aplica la Sharia– y donde no. Esta dicotomía no es por tanto religiosa, sino politica. Por eso la guerra será la situación natural entre esas dos partes del mundo, hasta que «la casa de la guerra» deje de existir y el Islam domine el mundo (suras 8, 39 y 9, 41). De ahí que la sociedad musulmana mundial tenga el deber de librar la guerra en contra los infieles hasta que se conviertan o se sometan.
Esta guerra se llama Yijad. Mientras que la acción misionera de los seguidores de Jesus se dedica a convertir a los pueblos sin cambiar su orden político, la finalidad del Islam es someter politicamente a todo no musulmán dejándole practicar su religión siempre que sea una «religión de libro». El llamamiento de Alá a la Yijad se encuentra en la Sura 9, 29. Sin embargo, algunas minorias pacíficas dentro del Islam no aceptaron esta interpretación. Los chiítas la aceptan, pero exigen que un autántico imán dirija a la comunidad musulmana en esta guerra (y lo estan esperando desde hace trece siglos); consideran que hasta su llegada solo deberá practicarse la Yijad defensiva en caso de que la comunidad musulmana sea agredida.
Por el contrario las otras corrientes, denominadas jariyitas, han radicalizado el llamamiento de la sura 9, 29 y ven en la Yijad un deber individual de cada musulmán que figura como sexta obligación junto a las otros cinco deberes cardinales. Consecuencia de esa enseñanza: Todos deben tomar parte en esa guerra contra el infiel bajo las órdenes de los dirigentes de su comunidad, pero en el caso de que la comunidad sea demasiado debil deberá hacerlo solo, por lo cual los atentados y los actos terroristas están permitidos.
Lo que los jariyitas pretenden para la Yihad ofensiva, lo aplican la mayoría de los musulmanes ortodoxos para la defensiva. Si el Islam es agredido o el territorio islamico es ocupado por infieles, la Yihad se convierte en un deber individual. La fatua del Gran mufti de la Universidad Al-Azhar del Cairo en 1948 – dirigida contra Israel – no deja ninguna duda al respecto. Cualquier ejército que se atenga a los convenios de la Haya y distinga entre combatientes y no combatientes se verá en grandes dificultades si no tiene eso en cuenta. El estado de guerra durará hasta que la Casa de la Guerra sea aniquilada y el Islam domine el mundo. Por ello Majid Khadduri denomina al Islam una «nomocracia divina de base imperial» [Nomos significa leyes en griego].
Tratados de paz firmados entre gobiernos islamicos y no islamicos solo son para los musulmanes altos el fuego temporales; por ello solo se firman por 10 años, además dos de las escuelas de derecho islámico permiten solamente de tres a cuatro años de paz. Estos plazos cortos permiten, a los convencidos militantes musulmanes, presionar a la otra parte; de ahí que en este siglo se hayan donado enormes sumas de dinero y recursos humanos al mundo musulman, con la creencia de que al dejar de lado la utilización de la fuerza los musulmanes se sentirían obligados a cambiar sus prácticas.
Así cuando en 1535 Suleiman firmó un tratado de paz con el rey francés -una paz que debía durar mientras el Sultan viviera- se consideró una ruptura con la tradición [aquí expusimos que al francés no le salió demasiado bien la jugada]. Los teólogos cristianos que trataron de definir – en vista de la pluralidad de estados – cuándo una guerra es justa y cuándo no encontraron que la guerra para la propagación de la fé no es justa. Por el contrario para el musulman no se permite la guerra dentro de «la casa del Islam», pero se considera legitima la guerra para el sometimiento del infiel; incluso un deber, como dijo categóricamente el famoso sabio Ibn Jaldún en el siglo XIV: «En el Islam la Yijad está prescrita por la ley, porque éste tiene un mensaje universal que atañe a toda la humanidad que libremente o por la fuerza deberá convertirse a la religion del Islam».
Las reglas para la práctica de la Yijad son flexibles. Según Jadduri todo es posible; se permite desde la esclavitud de los prisioneros hasta su eliminación en masa, como sucedía entre griegos y romanos. Esta es una diferencia fundamental entre la guerra Santa del Islam con las guerras del antiguo testamento de Israel que proponían que fuera de Israel se debería matar a todos los varones y dentro de Israel exterminar a cualquier enemigo vivo (Deuteronom. 20, 10-20). Nos solemos indignar con la matanza de los Cruzados en 1099 al conquistar Jerusalem, sin embargo, los Cruzados se comportaron conforme al derecho de guerra de entonces, mientras que los musulmanes conquistadores, mataban indiscriminadamente y en todas partes : 698 Carthago, 838 Syrakus; El Califato de Córdoba. Almanzor dirigió 25 campañas en 27 años contra los reyes cristianos del norte de España, esclavizando, exterminando y desvantado: Zamora (981), Coimbra (987), León, dos veces Barcelona (985 y 1008), Santiago de Compostela (997).
La mas horrible devastación de la Yijad fue la que sufrió el rico territorio bizantino de Anatolia lleno de ciudades entonces; la masacre de Amorium (838) sigió siendo un ejmplo durante mucho tiempo; la cultura urbana de Anatolia nunca se recuperó. El seleucida Alp Arslan masacró ciudades enteras en Armenia, el pero caso fue el de la capital Ani en 1064. Resulta mas que justa la afirmación de Bat Ye’or: «La desmesura, la regularidad y el carácter sistematico de la devastación que los teologos islámicos tienen por norma diferencia la Yijad de otras guerras de conquista». Ciertamente la esclavización de las poblaciones era la finalidad principal de la guerra. Así, ya en el siglo VIII se produjo el mayor flujo de esclavitud de la historia mundial, que transformó al continente africano en el mayor suministrador de esclavos. Destino del que Europa se escapó por muy poco.
La rapidez con la que en 90 años se estableció un califato árabe entre el sur de Fancia y la India sin apenas resistencia por parte de los conquistados fue sorprendente. El mayor éxito imperialista de la historia mundial, como llegó a destacar Hegel con admiración: «Nunca ha logrado el entusiasmo tan grandes hechos». ¿De dónde procede este entusiasmo que produce tan grandes hechos. La respuesta es simple: de la ideología del martirio. Un hecho acaecido en el año 963 en Constantinopla lo ilustra: El emperador Nicéforos Focas ha hechado los ocupantes de Creta y planea una gran guerra al este de Anatolia y norte de Siria para liberarlas del dominio musulman. Convocó un Concilio con urgencia, para que los obispos proclamaran martires a aquellos soldados que cayeran en la guerra, asegurándoles así el paraíso. El Patriarca se opuso entonces al Emperador: ningún concilio puede anticipar la decision de Dios. Solo Dios decide sobre la salvación.
Fue una escena clave de la historia mundial. El emperador sabía lo que estaba en juego. Los bizantinos habían experimentado cómo las tropas musulmanas luchaban con una dedicación e intensidad que los cristianos no podían igualar. Los musulmanes caídos se consideran mártires para su fé y van directamente al paraíso. La diferencia del concepto de mártir entre ambas religiones es fundamental. Los mártires cristianos imitan el sufrimiento de Jesucristo, soportan pasivamente la tortura y la muerte, los mártires musulmanes son guerreros activos.
De gran importancia para la disposición a la muerte de los guerreros es la promesa de que a quien muere por su fe le espera la eternidad (sura 4, 74-76). Los musulmanes deberan ser capaces de resistir a un ejército 10 veces más numeroso (sura 8, 66-67); la retirada está permitida por la jusrisprodencia posterior cuando el otro ejército sea dos veces más poderoso, como indica Jadduri. Como el factor más importante en la guerra es la disposición de los combatientes, los bizantinos al estar en una situación de igualdad en lo referente al armamento y a la técnica con los árabes, habrían de caer tarde o temprano si su moral no era equipaable a la de los otros. El estar dispuestos a morir da enormes ventajas en un enfrentamiento: así, se pueden realizar maniobras arriesgadas que sorprenden al enemigo y le confundan; solo de esta manera se obtienen triunfos que técnica y materialmente serían imposibles y se puede vencer en batallas que de otra forma estarían perdidas.
(Próximamente pondremos la segunda parte)