Poco se sabe lo que resultará del golpe de estado que a día de hoy todo el mundo conoce. Los militares golpistas afirman que en breve se volverá a una situación “normal”; el tiempo dirá si es así o se producen cambios permanentes a largo plazo. El WorldNetDaily tiene un artículo en el que no desvelan muchas claves, aunque sí la que podría ser la fundamental, y que por supuesto es ocultada por la gran mayoría de medios de comunicación:
Aquí estamos en el medio de una yihad global, en la que prácticamente todos los conflictos del mundo implican a musulmanes guerreando contra no musulmanes. Y sin embargo, nadie en la prensa se atreve a mencionar la curiosidad de que un general musulmán derroque al primer ministro en un país predominantemente budista que sufre un largo conflicto con insurgentes musulmanes que quieren la independencia para su 4 por ciento de la población
¿Creen que es significativo?
Yo sí.
¿Creen que tiene interés periodístico?
Yo sí.
En general el golpe de estado ha sido bien recibido por la prensa internacional, y esto sólo puede deberse a la confesión musulmana del general golpista. Si fuera un no musulmán dispuesto a acabar con la insurgencia musulmana en el sur, todos los medios estarían atacándolo, y le costaría mucho soportar la presión de la comunidad internacional liderada por la ONU, la OIC –valga la redundancia– Francia, China, etc. Sin embargo ahora tiene carta blanca para hacer de Tailandia lo que le plazca, gracias a este lavado de imagen de los medios; así por ejemplo The Christian Science Monitor: “El golpe en Tailandia puede aliviar la violencia en el sur”
El golpe incruento que destituyó la semana pasada a Thaksin Shinawatra, primer ministro de Tailandia elegido dos veces, ha dado a los líderes musulmanes de las provincias sureñas plagadas de violencia esperanza de que la lucha separatista pueda apaciguarse pronto. [Nota: los responsables de la susodicha violencia no son sino estos mismos “líderes”.] […]
El general Sodhi, el primer comandante en jefe musulmán del ejército tailandés, es partidario de una aproximación más suave que Thaksin, cuyas políticas de línea dura han sido señaladas [¿por quién?] como las responsables del empeoramiento de las hostilidades. […]
La administración de Thaksin había luchado contra la insurgencia con un puño de hierro, permitiendo a las fuerzas de seguridad pinchar teléfonos, prohibir reuniones, detener sospechosos sin cargo e imponer toques de queda. Estas políticas provocaron la ira de grupos de derechos humanos, que acusaron al gobierno de asesinatos extrajudiciales, secuestros y tortura.
Lo que es más, la estrategia agresiva de Thaksin estaba fallando; con estas medidas la violencia estaba aumentando. “Las políticas policiales no podían resolver el problema”, dijo Srisompob Jitpiromsri, un conferenciante de ciencia política en la universidad Príncipe de Songkhla en Pattani [provincia musulmana]. “El ejército no puede hacer esto solo; también necesitamos una solución política.” […]
Muchos esperan que Sondhi implante una serie de medidas propuestas recientemente por la Comisión para la Reconciliación Nacional, un organismo gubernamental establecido para encontrar soluciones. Las recomendaciones incluyen el uso del idioma malayo en documentos oficiales, permitir el uso parcial de la sharia, y nombrar a más funcionarios locales [musulmanes] en posiciones burocráticas clave.
Y por supuesto la AP:
Thaksin, que llevaba a cabo una política de puño de hierro para suprimir la insurgencia, era generalmente detestado en el sur de Tailandia y muchos musulmanes moderados decían que el sangriento conflicto no podría ser resuelto jamás mientras permaneciera en el poder.
No me preguntéis a qué musulmanes no considera “moderados” la AP porque no sabría deciros. Cualquier español con dos dedos de frente reconocerá el patrón universal del terrorismo por propia experiencia: “Negociad o morid, vosotros os cansaréis antes que nosotros.” La propaganda es grotesca. De acuerdo con el primer panfleto, que la policía pinche teléfonos –de terroristas– vulnera los derechos humanos; lo cierto es que es práctica habitual y ordinaria en todo el mundo civilizado para todo tipo de delincuentes. También acusa al gobierno anterior de prohibir reuniones, refiriéndose a las de grupos terroristas con planes de rebelión, las cuales serían ilegales según el propio Código Penal español. Las otras dos medidas, detenciones provisionales sin cargos y toques de queda, se practican en países occidentales especialmente amenazados por el terrorismo, o en circunstancias graves como las que sin ninguna duda vive Tailandia, a causa de la yihad terrorista –valga la redundancia– en el sur.
Al parecer esto hacía al gobierno electo anterior mucho menos democrático que la junta militar golpista que gobierna ahora, que como nos informa el propio CSM después, al final del artículo, ha prohibido todas las reuniones, ha decretado censura para los medios, y detenido sin cargos no a sospechosos de terrorismo –con ésos se va a sentar a negociar–, sino a miembros del gobierno electo anterior.
En definitiva, creo que precisamente en la coyuntura española actual, a cualquier paisano le suena lo de represión frente a negociación en lo que respecta a terrorismo. Por su parte la junta golpista ha hablado en una entrevsita que un portavoz ha concedido a la BBC:
El teniente general Winai Phattiyakul dijo que el ejército intervino por la probabilidad de choques entre partidarios y detractores del anterior primer ministro.
Dijo que el ejército estaba fuertemente dividido antes del golpe de la semana pasada.
Y acusó al primer ministro destituido Thaksin Shinawatra de planear usar elementos del ejército contra la oposición.
La excusa es inverosímil; muchos países sufren disturbios graves durante largos períodos sin que ello sea excusa para una intervención del ejército o la provoque en la práctica, con lo que un “caritativo” golpe que se adelanta a unos hipotéticos disturbios resulta risible. Que el golpe militar no persigue mantener el orden sino operar cambios políticos lo prueba el hecho que la junta militar ha redactado una nueva constitución. La acusación al anterior primer ministro de querer usar ilegalmente al ejército contra la oposición no resulta menos risible, a menos que se explique cómo entraba dentro de esos planes el nombramiento como comandante en jefe del ejército del general musulmán que ahora ha depuesto a aquél. Lo cierto es que, como casi es ocioso señalar, han sido los generales golpistas los que han usado al ejército ilegalmente no contra la oposición, sino contra el gobierno electo.
Habrá que observar los acontecimientos venideros, pero los datos parecen apuntar a un deterioro de la democracia y un avance de los objetivos de los terroristas. La junta golpista promete que va a restablecer la democracia en breve, pero también había dicho anteriormente el general Sondhi que la preside que:
No hay nadie que quiera dar un golpe.
Puedo asegurar que el ejército no lo hará.
El ejército no se involucrará en el conflicto político.
Los problemas políticos deberían ser resueltos por los políticos. Los golpes militares son cosa del pasado.
Eso sólo dañaría la imagen del país, y el ejército no está de acuerdo con la idea de un gobierno de emergencia.
Y aunque la democracia fuera restablecida nada excusa el uso de la fuerza militar para deponer un gobierno y cambiar el rumbo del país. Pero sería inocente ignorar la yihad (etc. etc. etc. etc. etc. etc. etc. etc. etc…) que ha estado sufriendo Tailandia, y la importancia central, seguramente única, de ello en el desencadenamiento de un golpe a manos de un comandante en jefe musulmán.
Publicado en paralelo en DOCE DOCE.