Esta entrada es especial y no trata sobre la actualidad, pero ciertamente trata sobre hechos que ocurrieron y que estaban inscritos en un proceso histórico de extraordinaria importancia. Antes de proceder quiero dejar claras dos cosas. Primero, el nombre de Demóstenes es otro símbolo distinto que he escogido, pero aunque era ateniense vivió mucho después de los sucesos de Salamina. Y segundo, aunque se pueden hacer analogías entre el ataque persa contra Grecia durante la antigüedad y el ataque islámico contra Occidente que lleva produciéndose desde hace siglos, son pocas las similitudes entre la cultura persa y la islámica. La primera, un ejemplo de civilización oriental organizada en estado despótico, fue otra de las muchas culturas que han sido víctimas de la barbarie árabe, y no tenía el efecto corrosivo e involucionista del Islam, aunque sí el efecto paralizante de los despotismos orientales. Sin embargo hay una lección fundamental que extraer de las Guerras Médicas entre los griegos y el Imperio Persa: hoy, igual que entonces, hay que resistir al enemigo que amenaza nuestra libertad. Es la única actitud que nos salvará de la perdición, que esta vez sí sería absoluta e irreversible, y lo que es más, al igual que en el caso de las Guerras Médicas, nuestra superioridad cultural nos garantizaría la victoria si tan sólo lo intentáramos.
Cuando el rey persa Jerjes atacó Grecia con el mayor ejército jamás reunido, la mayoría de los estados que optaron por combatirlo eran partidarios de retirarse al Peloponeso tras una muralla construida en el Istmo de Corinto. Sin embargo eso dejaría Atenas a merced de los persas, y esta ciudad hizo valer su posición al ser la que contaba con más barcos y mejores tripulaciones. Por tanto se optó por defender el desfiladero de las Termópilas, pero la traición de un griego permitió a los persas pasar después de tres días, por lo que el grueso del ejército griego se retiró.
Los persas pudieron entonces llegar a Atenas. El Oráculo de Delfos había profetizado que Atenas sería salvada por una «muralla de madera», por lo que unos pocos atenienses se quedaron a defender la acrópolis reforzando con empalizadas los puntos más bajos y expuestos de la muralla. Sin embargo los persas no tardaron mucho en entrar en la acrópolis, y saquearon y arrasaron Atenas hasta los cimientos.
La mayoría de los atenienses habían interpretado la profecía teniendo en cuenta el estilo críptico y metafórico que los oráculos solían tener, y pensaron que la «muralla de madera» no era otra que la flota. Tras la derrota en las Termópilas, la mayoría de la población había sido evacuada por la flota de guerra a través del Golfo Sarónico, hasta la isla de Salamina. Los atenienses, ahora una nación sin patria, no pensaron en ningún momento en rendirse para volver a tener un suelo donde vivir o aun caerse muertos, sino que siguieron luchando por su libertad y la de todos los griegos.
Un ejército tan numeroso como el persa no podía ser abastecido sin una flota, por lo que las esperanzas de los griegos se cifraban en una batalla naval. La flota persa, como el ejército de tierra, era vastamente superior a la griega, y además los barcos fenicios que luchaban del bando persa estaban construidos con maderas de mejor calidad que los griegos, por lo que eran más veleros. El enfrentamiento se produjo finalmente frente a la isla de Salamina, donde los griegos, rodeados por los persas superiores en número y por la costa de la isla, no tenían ninguna escapatoria, si bien tampoco podían ser flaqueados.
Conociendo la ventaja en maniobrabilidad de los barcos fenicios, los griegos comenzaron la batalla retirándose, atrayendo a los barcos persas a espacios más cerrados donde su ventaja quedaría neutralizada. Cuando ya habían retrocedido lo suficiente para atrapar a la flota persa apareció la Virgen Atenea y dijo a los griegos: «¿Cuándo dejaréis de ciar, desdichados?» En ese momento la flota griega pasó al ataque y ambos bandos se embistieron. En los abordajes que siguieron los marinos y hoplitas griegos practicaron una carnicería con sus mucho más numerosos enemigos bárbaros, y la batalla quedó decidida rápidamente.
La batalla de Salamina es la batalla naval más decisiva de la historia, y su significado histórico tan sólo puede compararse con el del Segundo Sitio de Viena.
Publicado en paralelo Desde Salamina.
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