Daniel Pipes ofrece un análisis inédito -al menos para mí- sobre las recientes elecciones en Israel (análisis previo a los comicios):
Mientras los israelíes acuden a las urnas, ni uno solo de los principales partidos ofrece la opción de ganar la guerra contra los árabes palestinos. Es una laguna sorprendente y peligrosa.
Pipes tiene muy claro cuáles son los objetivos de unos y otros:
Los árabes luchan por eliminar a Israel; Israel lucha por ganar la aceptación de sus vecinos. Lo primero es ofensivo en intenciones; lo segundo es defensivo. Lo primero es bárbaro, y lo segundo civilizado. Durante casi sesenta años, los árabes que rechazan Israel han intentado eliminar a Israel a través de un amplio abanico de estrategias: minar su legitimidad a través de propaganda, perjudicar su economía a través de un boicot comercial, desmoralizarlo a través del terrorismo, o amenazar a su población vía armas de destrucción masiva.
Mientras que el esfuerzo árabe ha sido paciente, intenso e intencionado, también ha fracasado. Los israelíes han levantado un país moderno, fuerte y acomodado, pero todavía uno rechazado en gran medida por los árabes. Este historial mixto ha suscitado dos avances políticos: una sensación de confianza entre los israelíes políticamente moderados; y un sentimiento de culpa y autocrítica entre sus izquierdistas. Muy pocos israelíes se preocupan por la empresa sin finalizar de hacer que los árabes acepten la permanencia del estado judío. Llámelo el objetivo de la guerra invisible de Israel.
Después, Daniel Pipes enumera algunas de las estrategias adoptadas históricamente -algunas incompatibles entre sí- para abordar el conflicto con los árabes: unilateralismo, fomento de la economía palestina, diplomacia, regreso a las fronteras de 1967…
Pero Pipes insiste en que no se aborda el meollo del problema:
Para un observador exterior que espera la aceptación árabe de Israel cuanto antes mejor, esta evasión de una estrategia ganadora provoca cierta frustración, más profunda al recordar lo brillantemente que los israelíes comprendieron enseguida sus objetivos bélicos.
Y por tanto experimentan con el compromiso, el unilateralismo, enriquecer a sus enemigos, y otros planes. Pero como observaba Douglas MacArthur, «En la guerra, no existe sustituto para la victoria». La diplomacia de Oslo acabó en estrepitoso fracaso, igual que acabarán otros planes que evitan la difícil tarea de ganar. Con el tiempo, los israelíes tendrán que prepararse para reanudar el esfuerzo difícil, amargo, largo y caro necesario para convencer a los palestinos y a otros de que su sueño de eliminar a Israel se ha extinguido.
Si los israelíes fracasan a la hora de lograr esto, entonces el propio Israel se habrá extinguido.
Poniéndome hamletiano, diría «ser o no ser». Ésa es la cuestión que pende sobre Israel. Que no se equivoquen. Acabado Israel, la próxima será Eurabia, y más concretamente, España.
El artículo entero de Daniel Pipes: Israel evade la victoria.
HT: Herut.
Para leerlo en inglés: Daniel Pipes, Israel Shuns Victory.